jueves, febrero 16, 2006

¡ A crear hábitos de lectura ! UNA TAREA URGENTE


Cerca de 60% de los chilenos declara no haber leído un libro en los últimos 12 meses. En Francia, Gran Bretaña, Corea o Japón, el número promedio de libros leídos al año per cápita se acerca a los 10.

Son varias las mediciones internacionales que han revelado deficiencias serias en la capacidad de comprensión de lectura de los chilenos. Y aunque el problema golpea con más fuerza a los sectores de menores recursos, ello se verifica a todo nivel. Los estudiantes nacionales situados en el 10% de mejor desempeño logran resultados inferiores a los del alumno promedio de la prueba PISA realizado en 38 países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), donde Chile ocupa el lugar 36.
En adultos, el test IALS (Adults Literacy Survey) de 2001 muestra que dos de cada tres gerentes y profesionales quedan ubicados en las dos categorías inferiores de una escala de cinco. En Nueva Zelandia esas proporciones son exactamente las opuestas.¿Por qué nuestra población, incluida su elite, exhibe tan pobres resultados en lectura? Las cifras indican que buena parte de la respuesta se asocia simplemente a que en Chile no se lee (o se lee muy poco).
La última encuesta de Consumo Cultural y Uso del Tiempo Libre (INE, 2005) registra que difícil que lean porque según el mismo estudio del INE, un 15% de los hogares no tienen libros en casa y que sólo el 50% de ellos posee más de 10. En Australia o Nueva Zelandia, más de la mitad de los hogares posee al menos 100 libros. En todo Chile existen unas 160 librerías (sucursales incluidas), es decir, una cada 100.000 habitantes. En países como Francia la proporción es de 1 cada 10.000.Estas dramáticas diferencias, en conjunto con un argumento de externalidad positiva (cada lector se beneficia de que exista una mayor masa crítica de lectores con quienes interactuar), sugieren que una política de fomento a la lectura sería deseable. Ésta pasa por disminuir el costo y/o aumentar los beneficios percibidos de leer.
Respecto a lo primero, la propuesta clásica ha sido la eliminación del IVA a los libros. Al margen de que Chile no es el único país que aplica un IVA parejo (EE.UU. o Dinamarca siguen una política similar), el problema con las exenciones es que se sabe dónde comienzan pero no dónde terminan. Una alternativa más eficiente de bajar el costo que enfrentan los lectores consiste en ampliar y mejorar nuestra red de bibliotecas públicas. Mientras en países como EE.UU. o Finlandia éstas tienen entre tres y cinco libros por habitante, en Chile esa proporción no pasa de 0,4. Así, llegar a los estándares de países desarrollados implicaría una inversión del orden de los US$ 500 millones. Ésta podría ser financiada por el Estado y los privados siguiendo esquema de incentivos tributarios que refuercen los cambios a la "Ley Valdés" introducidos en 2001.
Una campaña de difusión pública, que sensibilice sobre las bondades de la lectura, ayudaría a aumentar los beneficios percibidos de leer.Un segundo elemento, esencialmente privado y mucho más difícil de cambiar, tiene que ver con nuestra cultura empresarial. Por tomar un ejemplo extremo, ¿sabía usted que en Londres se pelean a un egresado de literatura de una buena universidad para desempeñar cargos de alta responsabilidad en el mundo de los negocios?
En Chile ello no ocurre. Las contadas excepciones sólo confirman una mala regla que tiene varias aristas. Por un lado, los procesos de selección de las empresas, tienden a dar escasa valoración a capacidades que, como la lectora, escapan a los requerimientos estrictamente técnicos del cargo. Por otro, el poco espacio para la formacion general de nuestras carreras profesionales excesivamente específicas contribuye a acentuar dicho proceso.
Leo que se está promoviendo a Gonzalo Rojas para el Nobel de literatura. Bien por ampliar nuestra merecida fama como tierra de poetas y escritores, porque como país de lectores, no hay mucho de que enorgullecerse aún. Más bien, mucho camino por recorrer.
Ignacio Briones. Universidad Adolfo Ibáñez