jueves, octubre 18, 2007

¡Feliz día profesor!

Muy queridos Maestros,

Desde la perspectiva que me dan los años, he querido usar esta tribuna para saludar muy cariñosamente, a todos y cada uno de los profesores de nuestra querida Comunidad ABS, con ocasión de celebrarse hoy, "El día del Profesor" y les pido excusas por ser tan autoreferente en mi mensaje, mediante el cual comparto una experiencia personal que cambió mis vocaciones.

Cuando yo cursaba "segundo de humanidades", el octavo básico de hoy, en mi primer día de clases conocí a la señora Irma Covarrubias, profesora de matemáticas de nuestro curso. Recuerdo que entró a la sala, nos saludó con afecto y mucha firmeza a la vez, porque debía aplacar la indisciplina y el bullicio de un curso compuesto por más de 40 niños hombres que regresábamos de nuestras vacaciones de verano.

Entró a la sala, pasó lista y luego de firmar el libro exclamó "¡Donoso a la pizarra!"

Recuerdo que estaba muy asustado y me paré frente a la pizarra, con la tiza en la mano, a la espera del problema que la Sra. Irma me iba a dictar, en medio de las risas y burlas de mis compañeros.

"Escriba a más b por a menos b y desarrolle la ecuación."

Me averguenza admitir que no supe qué hacer, pero ella me fue guiando con mucho tacto y sabiduría, hasta que me llevó a terminar el problema, haciéndome sentir que era yo el que lo iba resolviendo, paso a paso.

Terminada su clase, me acerqué a ella con un sentimiento de "deuda", para decirle que yo era "pésimo para los números y más aun, cuando se trataba de sumar y restar letras". Ella se rió y me dijo muy cariñosamente: "No existen los alumnos buenos o malos para los números. Más bien existen personas a quienes les cuesta menos y personas a quienes le cuesta más. Usted está en el grupo de los que les cuesta más, por lo tanto tiene que trabajar más, pero yo me voy a encargar de eso y usted va a ser mi mejor alumno."

¡WOW!

Nadie me había hablado así y desde ese instante me puse a estudiar matemáticas y me zambullí en los ejercicios "del Pröschle" y "del Baldor", porque no quería defraudar a mi profesora y sentí el peso de la tremenda responsabilidad de tener que convertirme en su mejor alumno.

Nunca había llegado a ser el mejor alumno en ninguna de las asignaturas y su afirmación me parecía un desafío mayúsculo.

Provengo de una familia de médicos, donde mi padre, abuelo y bisabuelo paterno abrazaron esa profesión y como único hombre en la familia, estaba predestinado a seguir los mismos pasos.

Fui creciendo en medio de "células, fisiología, presión arterial, triángulos y números" y al egresar de "sexto humanidades", hoy cuarto medio, decidí postular a ingeniería en la Universidad Católica de Chile "porque la sintomatología del tifus puede ser discutible, pero dos más dos son cuatro, aquí y en la quebrada del ají."

Rendí la temida prueba de aptitud académica, obtuve un buen puntaje y logré ingresar a la U.C.

Nada de esto habría sido posible, sin la guía, el cariño, la paciencia y la convicción de la Sra. Irma, por hacer de mi, ¡su mejor alumno!

Reconozco que compartí mis años de formación con personas infinitamente más hábiles y capaces que yo, pero siempre sentí que estaba "entre los mejores", para mi querida profesora, a quién recuerdo con un cariño inmenso y siempre me esfuerzo por no defraudar.

A fin de cuentas, esa es la labor de un verdadero profesor. Hacer del barro, una vasija maravillosa o de la piedra, una obra maestra.

Martin Krause escribió: "Claudio Arrau, un joven chileno sumamente talentoso, ha hecho, bajo mi dirección, sorprendentes progresos en la ejecución del piano. Sin duda alcanzará el nivel máximo de virtuosismo." (1914 cuando Arrau tenía 11 años de edad.)

Agradezco a la Sra. Irma y a todas las Irmas, al Maestro Krause y a todos los Krause que habitan en el alma de un profesor, por su trabajo, esfuerzo, cariño y dedicación en la formación y enseñanza de asignaturas y VALORES a nuestros hijos y niños de Chile.

Les saludo con infinita gratitud, cariño y admiración.

Simplemente un padre, que de niño fue movido por una maestra, a transformarse en su mejor alumno.


Hugo Donoso Palacios





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